Martes Santo 2022

Abr 13, 2022

La liturgia de hoy martes santo, nos sitúa ante la realidad de la gestión de la crisis en la vida espiritual, bajo dos paradigmas diferenciados: Judas y Pedro. Se trata de una distinta gestión de una traición de igual calibre pero de distintas consecuencias.

En la crisis de Judas y Pedro, y en nuestras crisis en la vida cristiana, encontramos un elemento común: las expectativas frustradas, “este mesías no es lo que esperábamos”. Y esta tiene como reacción de parte de uno la traición manifiesta (vende al Maestro); en el caso de otro una traición implícita que luego portará a la negación el voluntarismo auto- referencial(“daré mi vida por ti” “yo con mis solas fuerzas” “yo con mi empeño”).

En ambos casos se produce la traición de una experiencia fundante: SENTIRSE LLAMADOS- AMADOS por parte del Señor.

Y es que la mayor traición a Cristo es la negación de aquello genuino que Dios ha depositado en cada una de nuestras vidas. Esta traición a nosotros mismos, a nuestros ideales, a nuestro ser más profundo, se produce por un choque entre nuestro yo real (quién soy) y mi yo ideal (el que me gustaría ser). Se manifiesta en una especie de “esquizofrenia espiritual” que nos lleva a mantener discursos de auto- odio, de autodestrucción de los cuales las señales más claras son la condena a los otros, el vivir continuamente señalando y apuntando con el dedo, por no vivir reconciliados con lo que somos.

Por eso hoy se nos invita a preguntarnos ¿quién soy yo realmente? ¿Cuál es mi identidad más profunda con sus fortalezas y debilidades? Porque es así que he sido LLAMADO Y AMADO, y hasta que no lo acepte (hasta que no me acepte) no seré feliz ni estaré en grado de corresponder a su llamada.

Esta traición a nosotros mismos y con ello a aquello de sagrado que Dios ha depositado en nuestras vidas, tiene en nuestros dos personajes distintas consecuencias. En el caso de  Judas la desesperación, la angustia, el miedo que lleva a la aniquilación total de si. En el caso de Pedro, el reconocimiento del pecado, las lágrimas, el arrepentimiento, el amor realista que porta a la regeneración.

¿Dónde me encuentro ¿Dónde me quiero situar?

Para ser llamados- amados, no se nos pide a priori que seamos perfectos. Él es el único perfecto, él es el que en la comunicación de su amor nos perfecciona. Por eso estamos llamados a abrazar nuestra fragilidad, que es amiga porque es condición que nos permite experimentar la fuerza de su amor que renueva. A nosotros nos toca responder con humildad, desde la verdad de quienes somos, aquí estoy. Confiando que es Dios quién lleva a pesar de nuestras limitaciones, a cabo su obra

Vivir reconciliados, amados, aceptando como don todo aquello con lo que Dios nos ha colmado, es la condición que nos abre a experimentar la fuerza de su presencia transformante en nuestras vidas. La presencia de un Misterio tremendo y fascinante, que nos desborda, que nos supera, y que nos invita a entrar en su lógica de donación y entrega.

Rvdo Cristóbal Rodríguez Hernández