1ª Lectura: Mal 1, 14b-2, 2b. 8-10
Salmo 130, 1.2.3.
2ª Lectura: 1Tes 2, 7b-9.13
Evangelio: Mt 23, 1-12
La controversia entre Jesús y los dirigentes del pueblo va llegando hoy a una situación crítica, donde el tono se vuelve más polémico y duro. Critica a aquellos que han ocupado y ocupan el lugar de Moisés, escribas y fariseos, dejando claro que aunque sus enseñanzas son válidas, no así lo son sus acciones. En tiempo de Jesús los dirigentes se caracterizaban por la poca piedad y coherencia de sus costumbres, imponiendo normas, leyes y penitencias a los suyos que ellos mismos no eran capaces de cumplir. Es normal que todo esto choque de frente con el evangelio de la misericordia que Jesús vino a predicar. La lógica del Maestro es totalmente distinta a la de los fariseos: mientras estos buscan las reverencias y los tratamientos, Jesús nos invita al servicio y a la humillación. Aprender del Cristo de la cruz, quien se sometió incluso a la injusticia de quienes le condenaban, es la primera y principal tarea del creyente. En nuestro camino de configuración con Jesús este es nuestro horizonte, consistente en avanzar progresivamente por el camino de la humildad. Nos consuela saber que, ante la incomprensión de este mundo, nos acompaña la mano amorosa de Dios, a quien nos gloriamos de llamar Padre. Pero la pregunta esencial de este domingo debe ser una reflexión sincera sobre nuestro ser como creyentes en la Iglesia. Jesús critica a quienes se han sentado en la cátedra de Moisés predicando lo que él dijo pero no haciéndolo; ¿cuántas veces nosotros nos hemos sentado en la cátedra de Jesús, predicando incluso su mensaje, pero sin ser testimonio vivo de su evangelio? Nos llenamos en muchas ocasiones la boca con palabras de Jesús, con frases del evangelio y con sermones bien elaborados, mirando incluso desde arriba a quienes no profesan la misma fe o lo hacen, a nuestro juicio, de forma mediocre, pero, ¿no somos de esta manera como aquellos fariseos que buscaban los tratamientos de honor o la reverencia de las gentes? ¿En qué nos diferencia nuestra actitud de la que Jesús critica en el evangelio? Pidamos cada día el don de la humildad, para no caer nunca en aquello de “consejos vendo que para mí no tengo”.