1ª Lectura: Ex 22, 20-26
Salmo 17, 2-3a. 3bc-4. 47. 51ab
2ª Lectura: 1Tes 1, 5c-10
Evangelio: Mt 22, 34-40
Finalizamos este domingo el capítulo 22 de Mateo, y lo hacemos con una afirmación radical que debe sostener y orientar toda nuestra vida de creyentes. Como los saduceos no encontraban la forma de colocar al Maestro entre la espada y la pared, entran en el juego los fariseos, que usan la antigua discusión rabínica sobre el mandamiento más importante. Para los judíos observantes de la ley, los preceptos a cumplir eran un total de 613, recogidos en los cinco libros del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Pareciera que, con tantas normas, apenas cumpliendo con un precepto se incumplía con otro. De todos ellos, la pregunta a Jesús es clara y directa: «¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Jesús hace una síntesis perfecta entre el pasaje de Deuteronomio 6, 5 («Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas») y el pasaje de Levítico 19, 18 («No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo»). Así podemos escuchar del mismo Jesús la máxima que condensa toda la ley y los profetas y nuestra regla de oro como cristianos: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo». El orden que Jesús utiliza en la formulación de los mandamientos no es accidental. El principal y primero es amar a Dios, pero no olvidemos, que el segundo es semejante al primero. El texto usa la expresión griega «homoía», que significa «de la misma naturaleza”. De hecho, el amor al prójimo es el mejor termómetro que los cristianos tenemos para medir el amor que a Dios tributamos. El acto en sí es el mismo, «amar», aunque varía el objeto de ese amor; por eso mismo no está uno supeditado a otro. A quienes nos pregunten sobre nuestra condición de cristianos y nos interroguen sobre nuestra misión en el mundo, nosotros debemos contestar con la misma contundencia que Jesús: «¿qué hago yo como cristiano?: AMAR». Y tú, ¿amas?