Domingo 12 de noviembre – XXXII del Tiempo Ordinario

Nov 10, 2023

1ª Lectura: Sb 6, 12-16
Salmo 62, 2abc. 2d-4. 5-6. 7-8
2ª Lectura: 1Tes 4, 13-18
Evangelio: Mt 25, 1-13

En muchos de nuestros ambientes sociales comienza a notarse los preparativos de la próxima Navidad. Para muchos, incluso los que disfrutamos del tiempo navideño, puede parecernos apresurado comenzar a colocar luces, decorar calles o preparar escaparates, pero se impone el ritmo de nuestro mundo que siempre espera algo más. Precisamente de esto va la liturgia de este domingo: de esperar algo más. Las lecturas de estos domingos que faltan hasta la Solemnidad de Cristo Rey nos hablan de esperanza, nos hablan de vigilancia, nos hablan de preparación; pero tal vez con un lenguaje que puede parecernos misterioso. Aquellas diez mujeres solteras, “vírgenes” como nos dice el texto, viven la emoción de acompañar a unos amigos que se encuentran en el día más importante de su vida: el de su boda. Esperan al esposo como si ellas mismas fueran a casarse, con la misma alegría que si fueran la novia… pero aquella espera se ve truncada por la mala preparación de algunas para aquel acontecimiento. Falta el aceite y las lámparas se apagan, todo debería salir perfecto y algo falla. Resuena aquí el eco de la primera lectura, “radiante e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran”. La imprudencia de algunas lo único que consigue es que se pierdan la llegada del novio y no entren al banquete. Si hubieran vivido aquel día como suyo, como esperanza del propio día de su boda, seguro que no se habrían olvidado del aceite. El evangelio de este domingo nos enseña a esperar como si el objeto de la espera fuero lo único importante. Ese “novio” debe ser el centro de nuestras miradas, pero no como quien anhela algo que no ha de llegar y olvide las cosas de este mundo, sino más bien con la certeza de que aquello que esperamos nos anima a trabajar y transformar nuestro aquí y ahora. Esperar sí, pero sin olvidarnos de la alcuza de aceite. Esperamos en Dios, que es fiel y cumple sus promesas; esperamos en sus palabras, esperamos en su mano poderosa que obra el milagro cotidiano de nuestra propia vida. Pues como afirmó San Pablo, “en esperanza hemos sido salvados” (Rm 8, 24).